Como era de suponerse, las comparaciones entre los dos terremotos que han afectado a Latinoamérica en estos dos últimos meses no se han hecho esperar. Aparte de los análisis de alcance científico, la mayoría de las comparaciones parecen obtusas, bordeando algunas en el racismo. Las razones por las que Chile puede enfrentar mejor una catástrofe de esta magnitud son complejas y lo que quiero señalar aquí se limita a las inesperadas comparaciones que se han hecho en Chile entre las dos situaciones, y, además, intentar analizar sus implicaciones.
Ayer, un soldado enviado con otras 14.000 tropas a controlar la explosiva situación en Concepción, que se debe a un supuesto pillaje y saqueo, declaraba a los medios: “La gente de Haití es mucho más controlable”. Esta declaración seguía a declaraciones anteriores hechas por un conocido reportero que cubre las noticias del área afectada, el que había declarado que existía un consenso entre los reporteros que también habían cubierto el terremoto de Haití de que la violencia de la que habrían sido testigos en ese país no había sido nada si la comparaban con la que se estaba sufriendo en Concepción y en áreas aledañas. Aparentemente afectado, el reportero preguntaba: “¿Qué nos está pasando, qué nos está sucediendo como país?”
Quiero comentar algunas de las implicaciones de estas dos declaraciones.
En primer lugar, estas comparaciones entre los dos pueblos no son de ninguna manera inocentes, ni menos aún favorables a la imagen de los haitianos. La idea aquí es impactar a los chilenos con la idea de que han caído tan “bajo” (al saquear) que hasta los Haitianos (a los que se supone que percibamos como menos educados y por “naturaleza” más violentos) se comportan mejor y por más tiempo que los chilenos. Pero lo que se hace evidente es que, en primer lugar, los chilenos, por lo menos los que han “saqueado”, han de hecho aprendido algunas lecciones de la situación de los haitianos, y, además, que es muy cierto que su capacidad de paciencia (o docilidad) aparenta ser mucho más limitada.
En segundo lugar, todo el reportaje y discusión sobre los “saqueos” tiene que ver fundamentalmente con un respeto a la propiedad privada que parece inadecuado y francamente ridículo en el contexto de una catástrofe de estas dimensiones. Y, la clase social y económica es el factor imperante en el punto de vista de los medios, de las fuerzas del orden, y de la sociedad en general. ¿Por qué se identifica a los pobres como “saqueadores” cuando arrasan un supermercado en busca de productos básicos, y las clases acomodadas, por mucho que quizás paguen, están simplemente “abasteciéndose” cuando a sabiendas arrasan con todo lo que pueden llevarse creando así desabastecimiento?
Tanto en Haití como en Chile, el tema del “saqueo”, y, fundamentalmente, del posible “terremoto social” como resultado de la catástrofe, se han utilizado para enviar tropas- extranjeras, en el caso de Haití, y nacionales, en el caso de Chile. Esto último me devuelve a la declaración inicial del soldado: se hace necesario controlar a los pobres. Esto, entonces, implica que hay un entendimiento, un
reconocimiento de que las desigualdades en la sociedad son tales que cualquier aminoramiento de los controles usuales va a necesitar de la fuerza para mantener las desigualdades en su lugar.
En Haití, según versiones oficiales, las tropas norteamericanas “ya no son necesarias”: un reconocimiento quizás de que, por lo menos en este momento, hay muy poca propiedad privada que proteger. En Chile, los militares permanecieron ya una vez en el poder por diecisiete años, y es evidente que se los llamará nuevamente a jugar su papel de “protectores” del orden si ese “orden” se viera amenazado una vez más.