La interna radical de 1987 la ganó la fórmula Seguí-Moragues, una unión entre la Lista Roja y Blanca y la Lista Azul y Blanca.
La de muy 1987 fue una elección muy pareja. No hubo polarización. Ni el bloquismo ni el radicalismo pudieron evitar el crecimiento del PJ y de la Cruzada Renovadora.
Los radicales sanjuaninos fueron prácticamente boicoteados desde el gobierno nacional que hizo todo lo posible para que ganara el bloquismo y de esa manera pudiera llegar Gómez Centurión al gobierno.
El gran decisor estratégico del radicalismo, Enrique Coti Nosiglia había dirigido esa estrategia. Nosiglia estaba muy enojado con los radicales sanjuaninos, a los que culpaba de no organizar el acuerdo político con los bloquistas tal como lo había propuesto Alfonsín en su discurso de Parque Norte de 1986, cuando propuso la Convergencia con otras fuerzas políticas, algo similar en su esencia a las ideas de transversalidad de la década del 2000.
Uno de los políticos con mayor grado de actualización intelectual y buen humor político, era el doctor Héctor Miguel Seguí, candidato a gobernador de la UCR. Combinaba dos corrientes ideológicas: era un hombre de centroizquierda en lo sociocultural y de centroderecha en lo económico financiero.
En esa época, las finanzas públicas y privadas eran el principal punto de preocupación en los economistas radicales, y también de los abogados y expertos en derecho económico de ese partido, como Seguí. Tanto García Vásquez, como Alfredo Concepción, todos ellos eran hombres de las finanzas.
Seguí pertenecía al progresismo laicista de San Juan, una vieja tradición política local. Fue, sin lugar a dudas, el padre de la Constitución de 1986. Fue él quien le encomendó al autor de este libro la redacción del preámbulo de la Constitución de 1986. se preámbulo sintetizaba en grandes rasgos, el pensamiento institucional de Héctor Miguel Seguí.
Para vencer a Seguí, se unieron varios componentes tácticos. La propaganda de Diario de Cuyo contra la Constitución del 86, el boycot del propio Alfonsín – que en San Juan era un bloquista más -, y una mentira horrenda articulada entre Leopoldo Bravo, Francisco Montes y el Obispo Italo Sverino Di Stefano. Difundiron que el radicalismo iba a enseñar en las escuelas públicas, cuando fuera gobierno, educación sexual sobre unas colchonetas. La especie, absurda por donde se la mira, tenía un morbo muy especial para la feligresñia católica sanjuanina cuya capacidad de hipocresía suele ser muy fuerte.
La Constitución fue tratada de muy mala manera por el bloquismo en las declaraciones públicas y en las campañas de rumores que los bloquistas manejaban con mucha habilidad. La polícía bloquista, al recibir una denuncia, decía a los denunciantes o víctimas de algún delito: “no podemos hacer nada porque no nos lo permite la constitución que hicieron los radicales”. Entre otras cosas, la constitución no permitía los abusos de las detenciones en averiguación de antecedentes.
Con la sangre en el ojo por haber perdido las elecciones de 1985, los bloquistas eran unos felpudos ante Alfonsín y se transformaban en ogros contra los radicales locales, que en parte eran obligados por el propio Alfonsín a volverse, a su vez, felpudos de los bloquistas.
Bravo manejaba magistralmente esta estrategia, acompañado por Francisco Montes, el ideólogo de la derecha pragmática de San Juan y principal macrocomunicador.
Bravo denunciaba ante Alfonsín a los radicales de centroizquierda que tenían nítidamente una posición antiproceso.
En San Juan ser antiproceso en aquella época, era cosa de una franca minoría. Había unos pocos radicales antiproceso (muy activos), unos pocos peronistas, y estaban las izquierdas.
La policía bloquista había sido formada por el Proceso, aunque sólo algunos pocos de sus cuadros habían pertenecido al grupo de tareas de 1976, conducido por el ejército. Pero en general, los policías de entonces tenían una formación militarizada, tal como se los instrumentó para cumplir una tarea represiva auxiliar.
El bloquismo, y en especial dos de los cuadros de esta fuerza política, fueron los hombres que manejaron a la policía en dos etapas: uno de ellos fue Wbaldino Acosta, el otro fue Eduardo Alfredo Pósleman. Fueron las figuras del bloquismo cuando se transformó en “partido militar”, bajo la conducción de Leopoldo Bravo, de Carlos Enrique Gómez Centurión o de Domingo Javier Rodríguez Castro, cuando fue gobernador del Proceso. Pósleman fue gobernador del Proceso, Acosta fue gobernador más tarde, en la segunda etapa de la Alianza, años más tarde. El jefe de policía de la Alianza fue Pósleman.
El bloquismo tenía un aparato político y un aparato técnico. En los 80 el aparato técnico (o cuerpo técnico como lo llamaba el propio Bravo), pasó por las manos de Eduardo Antonio Baliña, Alfredo Riutort y Juan Gilberto Marata. Los tres eran diestros economistas, más prácticos que teóricos.
El más original de todos ellos era Eduardo Antonio Baliña. De extracción popular, trabajó desde los 16 años en las áreas fiscales del Estado provincial, se graduó en la Universidad Católica y nunca dejó de cultivar el canto y la poesía a pesar de ser uno de los burotecnócratas más importantes del Estado sanjuanino.
Riutort era un burotecnócrata de una gran capacidad de trabajo. Prestó mucha atención al proyecto del desarrollo minero. Fundó junto al ingeniero Orozco la empresa La Rosa Amarilla, que se dedicó a beneficiar oro.
Tanto Baliña, cuanto Riutort y Marata, fueron burotecnócratas con fuerte inclinación a la actividad productiva alternativa, pero sus sucesores – con Enrique Conti a la cabeza – fueron más inclinados a los negocios financieros. Por eso, quizá, fue tan fácil que se adaptaran al fenómeno menemista. Los primeros veían al Estado como el fundamental instrumento regulador. En ese sentido conservaban algo de la línea regulacionista progresiva del cantonismo. Conti fue, en los noventa, uno de los equivalentes de Domingo Cavallo a escala provincial.
En 1991, el avelinismo estuvo cerca de ser gobierno. Compitieron ese año cuatro fórmulas:
La encabezada por el doctor Alfredo Avelín - Julio Prado.
La fórmula justicialista Jorge Alberto Escobar – Juan Carlos Rojas.
El bloquismo con la fórmula Marata – Sambrizzi.
La UCR con la fórmula Carlos Quevedo Mendoza – Delia Papanno.
La elección la ganó la fórmula Escobar – Rojas. Escobar había sido presentado a la sociedad como un “Fujimori”, es decir como alguien que venía desde el mundo del empresariado a solucionar los problemas dejados por los políticos. Fujimori, un hijo de inmigrantes japoneses y hombre de negocios terminó en la cárcel por sus actividades represivas y de corrupción, el empresario independiente brasilero Collor de Melo terminó liquidado políticamente por actos de corrupción. Escobar terminó olvidado, luego de haber sido destituido por corrupción, y – habilitado de mala forma – reelecto hasta 1999.
Dos hombres políticamente muy influyentes impulsaron la candidatura de Escobar: Eduardo Menem, senador hermano del presidente Carlos Menem, y César Ambrosio Gioja.
Avelín tenía un lema: “córtele los víveres a la corrupción”, pero nunca dio precisiones ni hizo denuncia alguna sobre corrupción al bloquismo, que era la fuerza política gobernante en San Juan.
El bloquismo salió tercero en esta elección. Y ahí empezó su decadencia después de haber sido por muchos años la fuerza política rectora del Estado. Fue sustituído en este rol por el peronismo.
En la interna peronista, Escobar – Rojas se impuso a Del Bono – De Sanctis.
El avelinismo no tuvo respuesta para la denuncia política que le hizo Quevedo Mendoza – la publicó Nuevo Diario – de un pacto entre Bravo, Montes y Avelín.Siempre hay una minoría que sirve para denunciar y desnudar la estrategia política dominante.
El esquema fue difundido por el Nuevo Diario de Juan Carlos Bataller, que en ese entonces libraba una guerra mediática contra Francisco Montes.
La denuncia achicó las posibilidades electorales de Avelin y fue aprovechada por el peronismo, que ademças contaba con el apoyo del gobierno de Carlos Menem.
[de la Historia de San Juan de Daniel Chango Illanes, de inminente publicación]