El gobierno nacional viene de asestar un nuevo golpe a la industria vitivinícola argentina, particularmente, a su rama más dinámica: los exportadores. Y esto afecta particularmente a Mendoza porque en esta provincia están casi todos los exportadores( y a provincias como San Juan y La Rioja en menor medida).
Con su habitual indolencia frente a la cultura del trabajo que los mendocinos hemos construido durante 450 años para tener hoy en pie una industria competitiva y que no requiere de subsidios, el gobierno K ha causado un nuevo problema.
No se quedaron conformes con imponer retenciones: el vino argentino debe ser el único producto industrial del mundo que paga impuestos a las exportaciones. A pesar de ello, los K, ahora, han dado una nueva vuelta de tuerca.
La decisión del gobierno de Brasil, de poner trabas a la importación de vinos argentinos, es la reacción directa y necesaria que se sigue de las trapisondas del gobierno K en materia de comercio exterior. En efecto, el gobierno de Lula ha actuado de una forma totalmente previsible y razonable. No se podía esperar otra actitud, después de las provocaciones del gobierno argentino.
El origen del problema se encuentra en una convicción del gobierno K: el voto popular se obtiene con imágenes y no con realidades. Por eso, los K enmascaran la inflación con datos falsos del INDEC trucho. Para ellos, lo importante es dar noticias buenas. No importa a qué costo.
Los problemas con Brasil se generaron por esta forma de razonar. El gobierno K buscaba una noticia buena para recuperar a sus votantes después de la derrota electoral. Por ello necesitaba anunciar superávit de la balanza comercial. Pero esta noticia no se podía dar debido a la caída de las exportaciones argentinas. El gobierno insistió en la necesidad de dar esa noticia y ordenó a los funcionarios que la fabricaran. Y los economistas K encontraron la forma: restringir unilateralmente las importaciones. Como resultado, se logró el efecto que los K deseaban: se derrumbaron de golpe las compras al exterior y el saldo de la balanza comercial argentina resultó positivo. El gobierno pudo realizar su anhelado anuncio. Y respiró aliviado, considerando que con eso, lograba un poco de oxígeno político. Pero, una vez más, se compró momentum presente a cambio de futuro. Y en este caso, el futuro llegó muy rápido.
Las medidas unilaterales de los K no podían dejar de tener respuesta por parte de Brasil. El presidente Lula, que tiene una visión de estadista mucho más amplia que los K, tuvo paciencia mientras pudo; trató de solucionar el problema por las buenas. Hasta que él también tuvo presiones internas y no tuvo más remedio que establecer medidas simétricas. El problema se trasladó entonces a los vinos de Cuyo. O sea, los platos rotos por los K, los pagan los viticultores de Mendoza y San Juan, con todos los sectores involucrados: desde empresarios, gerentes y enólogos, hasta obreros, podadores y cosechadores. Todos se hunden en la arena movediza de la economía K.
En realidad, esta traba del mercado brasilero a los vinos argentinos es parte de un problema mayor, que abarca varios aspectos de la política económica exterior del gobierno K. El caso del gas es muy parecido. En Santiago de Chile, la distribuidora Metrogas acaba de anunciar que dejará de comprar gas argentino. Prefiere traerlo desde Indonesia, en el otro lado del mundo, antes que adquirirlo de su vecino. Los cortes a las exportaciones de gas, dispuestos por el gobierno K desde 2004, han generado pérdidas de 200 millones de dolares a Metrogas, según los cálculos de esa empresa. Harta de esta situación, Metrogas ha cambiado de estrategia. Para traer gas de Indonesia en barco, hay un costo de flete de miles de millas. Naturalmente, el precio del gas de los barcos, es mucho más caro que el gas de Argentina. Pero Metrogas no duda en pagar más con tal de tener un proveedor confiable, capaz de cumplir los compromisos. Porque los clientes de Metrogas le demandan, precisamente, eso: credibilidad, confiabilidad. Porque a su vez, esos clientes tienen responsabilidades que cumplir.
La política económica del gobierno K se caracteriza por la absoluta irresponsabilidad con respecto a las exportaciones argentinas. Es como si los funcionarios de la Casa Rosada no supieran lo que cuesta elaborar un producto industrial de calidad internacional, conseguir un mercado, ganar un cliente, construir confianza, entablar una relación de largo plazo y procurar sostenerla con responsabilidad. El daño que han hecho con el vino y con el gas se replica hacia los exportadores de frutas, carnes y demás productos agrícolas, ganaderos y agroindustriales.
De todos modos, los K tienen admiradores en muchos países del mundo: empresarios extranjeros que compiten con los productos argentinos en los mercados internacionales, se regodean y se frotan las manos. ¡Se les hace agua la boca al comprobar las jugosas ganancias que van a hacer! ¡Ganancias grandes y rápidas, pues su principal rival se està suicidando! Esos empresarios extranjeros, competidores de los productos argentinos, idolatran a los K: los consideran sus mejores aliados, pues les permiten ganar mercados para colocar hidrocarburos, carnes, leches, vinos, soja y trigo, entre otros productos.
El parecer, los K ya están pensando en la próxima campaña electoral. La mala experiencia de las valijas de Antonini Wilson los hace dudar de la conveniencia de aceptar la ayuda del teniente coronel Hugo Chávez. Por eso, los K están preparando el camino para obtener financiamiento desde otras fuentes externas. Y con estas medidas, lo están logrando de forma muy eficiente. ¡Muchos empresarios extranjeros estarán encantados de aportar a la causa K!