Hay memoria inmediata, situada en el campo de lo cotidiano. Mediata no
hay: si usted les pregunta sobre el bicentenario, el peronismo, el
radicalismo, los partidos en general (cruzada, bloquismo, lo que se le
ocurra, la cosa pública, ni puta idea. A eso ha contribuido la
escuela, la televisión, el mundo moderno, las técnicas, el llegar a
fin de mes, el no llegar a fin de mes, etc.
Pedirles que recurran a la memoria mediata al momento de votar, tal
como le he leído en un ensayo de un intelectual sanjuanino, es
imposible porque no existe. Está borrada o difusa o mal tachada.
No hay emoción ni conmoción.
La memoria mediata entra en la conciencia pública y transforma a ésta
en ciudadanía efectiva y plena, sólo si irrumpe violentamente, como un
estruendo continuo, que pueda interrumpir la vanidad de la distracción
cotidiana. Es decir que pueda sacar al hombre de la efímera e
inmemorable desventura pequeña del aburrido día a día. Que lo saque de
la “pobre inocencia” (Gieco) y de la “autoculpable minoridad” (Kant).
Que lo sacuda como el viento al álamo para que vibre y aprenda a
sostenerse.
Cuando recorremos los barrios notamos simpatía personal, adhesión y
respeto por la trayectoria que atesoramos. Esa adhesión no es
mayoritaria, pero es muy gratificante percibir que se trata de una
minoría importante que nos hace pensar que podemos salir terceros en
toda la provincia y segundos en la Capital. Estamos contentos con eso
pero no comemos vidrio: la humanidad actual ( cuando digo humanidad no
me refiero sólo a la Argentina, sino a todo el mundo) tiene una razón
fugaz, un pensar discontinuo y una disminución de la memoria que
llevan a formas de claudicación interior en las que puede llegar a
haber una sensibilidad moral anestesiada. Esto es consecuencia del
capitalismo en todas sus formas.
Por eso lo que estamos haciendo desde la izquierda (ya sea
nosotros,con la Concertación de Izquierda Popular, o el Movimiednto
Socialista de los Trabajadores a quien yo votaría si no estuviéramos
nosotros) es una tarea ímproba en un medio difícil, con muy pocos
recursos y mucha voluntad, fe, coraje y convicción doctrinaria, que
nos va a llevar a un resultado muy valioso. Históricamente valioso.
Existencialmente valioso. Socialmente valioso.
Intelectualmente valioso.
Bien. Pero no será políticamente valioso si no somos capaces de
advertir qué es lo que le pasa a esta sociedad y de qué modo le han
secado la mente a los más jóvenes. No alcanza con reeducar, ni con
mostrar la realidad. La historia – la memoria mediata – no se puede
enseñar ya con bellas clases, o maravillosos videos. Sólo la acción
como convicción profunda, sólo el levantarse frente a la nada y frente
a todo, nos podrá devolver plenariamente la eticidad, la lógica y la
memoria.