" No deseo escribir un panegírico, ni creo ser merecedor de la redacción de un obituario que abarque en pocas líneas una vida de intensa laboriosidad intelectual como fue la de Daniel “Chango” Illanes.
Sería escaso lo que pudiera aportar sobre su carrera docente o periodística. Tengo miedo de ser insolvente en esto y quiero eludir la facilidad de caer en lugares comunes.
No es el personaje que el mismo creo y mostró públicamente a quien quiero despedir con un puñado de letras, es al amigo Daniel “Chango” Illanes, al de la mano tendida, el de la solidaridad social que expresaba y militaba. Al hincha de Racing, al compañero de los tres años más felices de mi historia periodística en “Pecados Capitales”, al amigo de las tertulias interminables, de los sueños inconclusos, del regreso que no fue, de catar la injusticia y la censura. Quiero despedir al amigo del camino pensado con grandeza universal.
El “Chango” era un jugador de hacha y tiza que siempre estaba dispuesto para cualquier lidia cuyo fin siempre convergía en las muchas veces brumosas esquinas de la libertad, y la justicia social, cuya lucha la vivió de manera inagotable.
La vida puede arrancarnos de su lado en forma infalible, brutal, inmediata. Pero no puede arrebatarnos nuestra semilla y el sentido que pusimos en consumirla.
Porqué allí dónde camine, caminarán mis recuerdos, no ya del personaje popular sino del amigo particular.
Y con ellos vienen, su familia a la que amó, sus amigos, su estudio, sus libros desordenados, su vida sensible, su pasión inagotable. Su libreta, sobre la que dibujaba auténticos hologramas solo descifrables en su mente siempre atenta.
Por eso me niego al repaso cronológico, a la frialdad de antecedentes laborales y escritos interminables de proyección asombrosa. Porque no quiero borrar el sentimiento.
No quiero caer en la finitud del recorrido calendario.
Por eso no puedo achicar al “Chango” a meras cuestiones políticas e ideológicas, porque tenía una intelectualidad inconmensurable, pero también el sencillo disfrute de la noche compartida con un vino, con una tonada y abarcando todos los temas de charla imaginables. Incluso muchas veces le escapábamos a las etiquetas del idioma español y lisa y llanamente despuntábamos el lunfardo. El que se escuchaba hablar en su barrio de su Boedo natal que lo hizo bien porteño y bien sanjuanino. Tan criollo y tan italiano.
El variopinto de la vida misma.
Sus inicios de avanzada junto a Teófilo Echegaray para parir el DIARIOLIBRE.INFO, con el cual vencieron apretadas y censuras. Me enseñaron que con Internet no hay límites para la libertad y le enseñaron también a aquellos que lucharon por callarnos, que su cuchillo ya no tiene filo.
No era amigo de las despedidas y escapaba de la sensiblería pública. Sin embargo no puedo borrar esa última juntada hace noches apenas, con el Teo con Palito. Los cuatro transitando desde Sófocles a Gramsci, de Macedonio a Jauretche, de Perón a Marx, en una autopista de ideas diversas que finalizaba en unos tangos, en la evocación de viejos poetas, en milongas sureras, alargando la noche junto al vino. Porque hasta eso compartíamos, la melancolía. Y el respeto por las posiciones que cada uno tomara en su vida.
Lo llevé hasta su casa. Vivirá en mí aquel abrazo interminable que nos dimos, inocente de todo futuro, en las rejas de su Madre. En la puerta de sus afectos.
Nunca pensé que sería el último y nunca lo pensaré así.
Yo te voy a seguir acompañando Chango, allá, ya conocés el lugar. Allá, atrás del arco, al lado de la Guardia Imperial., de la hinchada de Racing, porque vos y yo sabemos lo que es querer para siempre."
Dicen que no son tristes las despedidas, dile a quien te lo dijo que se despida (Atahualpa Yupanqui