Este verano vimos como el popular epitafio “el ultimo que se vaya que apague la luz” cayó en saco roto. Solo se trató de una ilusión óptica porque nadie se fue y la luz empezó a flaquear sin necesidad que nadie la apagase. Dicen que en la oscuridad todos los gatos son pardos será esta la razón por la cual todavía no queda claro donde fueron a parar tantos “tesoros” ni que hablar si se apaga Valderrama.
Aunque nos hagamos los otarios quien más quien menos se vio beneficiado del plan Subsidio para Todos, excepto un chambón podría pensar que todo el año iba ser carnaval. Es cierto que algunos con mayor suerte hicieron clincaja y profesionales gracias. Otros con varios beneficios en bolsa vivieron como gratis una larga temporada y otros tantos nos quedaremos tarareando la canción Penumbras de Sandro cuando estos se acaben.
A veces uno tiene la certeza que nuestro país no tiene destino. Hemos visto pasar sin escalas de una latitud a otra proyectos o convicciones con una liviandad que sorprende al mayor de los creyentes en los temas de la sociología por lo cual realmente se hace difícil definir un destino colectivo.
Hace unos meses nos rasgamos las vestiduras cuando el líder cegetista, hasta el momento oficialista, compañero Calo dijo el sincericidio “Los sindicalistas somos pendulares” un día podemos estar acá y mañana quien sabe - una actitud que bien podría cobijar a gran parte de los habitantes de este suelo- ya que todo depende de las circunstancias. Sin duda son posiciones de corto vuelo, como nuestras adhesiones.
En este caso ya sabemos de la habilidad que caracteriza a la columna vertebral del movimiento para fumar debajo del agua pero no estaría demás señalar a partir de esta descarnada descripción que somos una sociedad que de los zigzagueos hemos hecho un acto de fe, un banco de pruebas, una adaptación constante a los contrasentidos.
Estos se fueron acentuando sobre las contradicciones y las creencias en el combate ideológico en la que sobresalen dos ejemplos dolorosos. El primero se relaciona con la desigualdad, que según un estudio bastante benigno de la UCA, se señala que hay por lo menos diez millones de pobres en la Argentina. Una pobreza estructural, que se incrementó en esta última década con viento de cola, el “yuyito” y otras yerbas, además de un dispendioso manejo de los subsidios.
Lo segundo se vincula con el Estado, la reivindicación de su rol fue el horizonte para el kirchnerismo. En el cual desarrollo una dialéctica favorable a la administración pública y que la realidad se encargó de bastardearla con una ineficacia que implico hacer el peor de los favores a los ideales de origen. La creciente demanda que manifiestan los ciudadanos frente a un Estado que solo pareciera funcionar en la abundancia, a veces ausente y gastador corre el riesgo de acabar provocando una fobia antiestatal. Así como en los 90 por mala praxis se cargaron con las bondades de lo privado hoy se puede estar incentivando el hundimiento de las cualidades de lo público.
Obviamente el problema que padecemos no es económico, tenemos un país rico. La desgracia está relacionada con la política, con la manera de construcción política. Tal vez es la forma de concebir el poder con una clase política no dispuesta a pagar costos políticos solo a inclinarse a las veleidades de la encuestologia.
Se han probado tantas y diversas recetas para lograr un Estado benefactor que al menos nos da derecho de probar con lo que puede sonar desopilante, subsidiar a la nobel dirigencia política. Como en el futbol pero sin Grondona-Araujo o el transporte sin Cirigliano-Jaime o en la energía sin De Vido-Cameron, la timba abstenerse.
Esto al margen de resultar más barato sería un tiro por elevación para conseguir levantar la pobreza cultural que padece nuestra dirigencia y la esperanza de abandonar la práctica de andar raspando hasta el fondo del frasco cada tanto o inventar un nuevo impuesto para seguir zafando.
Pero claro en primer lugar deberíamos hacer un acto de sincericidio colectivo o catarsis popular, los políticos no nacen de un repollo son en alguna medida como
nosotros