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El largo adiós de Venezuela
Por: Mercedes Lopez San Miguel
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Desde Caracas
Tantos eran los venezolanos que hacían filas para poder despedirse de Hugo Chávez desde la noche anterior que a las cinco de la tarde de ayer el presidente encargado, Nicolás Maduro, anunció que durante siete días más estarán sus restos en la capilla ardiente para que todos puedan despedirlo. Maduro dijo también que el cuerpo de Chávez será embalsamado como los de Lenin y Mao, colocado en una urna de cristal y trasladado al Museo Histórico Militar, en el barrio 23 de Enero, donde se construye un mausoleo. El Museo de la Revolución, como lo llamó, será el primer lugar de reposo, y en sus palabras quedó deslizado que habría otro sitio que no mencionó, aunque se sabe que el oficialismo debate si votará en asamblea para que los restos de Chávez descansen junto con los de Simón Bolívar. “Ayer (por anteayer) hubo millones en las calles y sabemos que al pasar las horas serán más millones”, dijo el vicepresidente, y agregó “que venga todo el que lo quiera ver con amor, desde América latina y de todos lados”. Hoy a las 11 de la mañana se llevarán a cabo los funerales de Estado en los que participarán unos 50 jefes de gobierno. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner le dio su último adiós a Chávez ayer en la Academia Militar. “En esta ocasión, lo mio no es protocolar. No vine a despedir a un presidente sino a un compañero y un amigo”, explicó por twitter. También señaló: “Hombres como Chávez no mueren nunca. Vive y vivirá en cada venezolano y venezolana que dejó de ser invisible y se tornó protagonista. Chávez está vivo. Para siempre” (ver página 5).
Agitados, sudorosos, apelotonados, así estaban mujeres, hombres, niños por una sola causa: la necesidad de despedirse de su líder. El calor era arrasador y las filas, eternas; alguien desmayado por ahí, otro que se iba de su lugar en la espera porque ya no daba más. Alguno pasaba en silla de ruedas en medio de la multitud. A quien intentaba colarse le gritaban “fuera, fuera” y no tenía opción de quedarse. El que podía se cubría del sol con una bandera o algunos prevenidos llevaban paraguas y banquito. “¡Chávez no se va, Chávez no se va!”, coreaban de repente. “Es un líder, un héroe. No había ninguno como él, nos daba carro, lentes, casa con sus misiones”, dijo una mujer de nombre María Pérez, evitando que los empujones la hicieran trastabillar. Al su lado, dos jóvenes no cesaban de gritar: “Queremos ver a Chávez, queremos ver a Chávez”. Uno de ellos, de nombre Alfredo Villavicensio y 28 años, dijo que estaba allí desde las once de la noche. Siguió cantando: “Chávez, Maduro, el pueblo está seguro!”. Y es que Maduro es el presidente interino y también el delfín político del mandatario fallecido. Fiel soldado de Chávez, el ex sindicalista tendrá sobre sus espaldas el reto de seguir el proceso bolivariano, el llamado socialismo del siglo XXI, en un país rico en reservas petroleras y con una economía con alta dependencia de la renta del crudo. Deberá seguir también con las misiones sociales que impulsó el gobierno de Chávez desde 2003 y que por estas horas son uno de sus legados más recordados.
Pese a que Maduro no cuenta con el carisma de su mentor, los analistas creen que tiene todo a favor para repetir el triunfo de Chávez de octubre pasado. En parte por la emotividad que desató el deceso del líder bolivariano, en parte porque se puso en marcha un tren ganador: en las elecciones para gobernadores de diciembre, el chavismo ratificó en las urnas el apoyo al presidente, consiguiendo 20 de los 23 estados del país.
Antes de hacer declaraciones en el patio de honor de la Academia Militar, Maduro estuvo en la capilla ardiente junto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien despidió. La mandataria se fue del lugar sin hacer declaraciones, como tampoco lo había hecho al salir del hotel raudamente. La presidenta argentina, entre los primeros dignatarios extranjeros en arribar a Venezuela tras el anuncio de la muerte de Chávez, se fue antes de que se realizaran los funerales de Estado y cuando otros presidentes estaban llegando al país, incluyendo el de Irán, cuyo ministro de Defensa está imputado en la voladura de la AMIA. El ministro de Defensa, Arturo Puricelli aseguró que la partida de CFK “no tenía nada que ver” con la presencia de su par iraní, Mahmud Ahmadinejad. El y el canciller Héctor Timerman se quedarán en Venezuela para participar en la actividad de hoy.
Pero la atención no estaba puesta en las delegaciones extranjeras, sino en el presidente fallecido. Una señora que se salió de la fila mostró que se le rompieron los zapatos en el medio de la agitación de los venezolanos por llegar hasta la capilla ardiente. “El nos hizo despertar, estábamos dormidos. Antes los pobres no teníamos a dónde ir a estudiar, no teníamos centros médicos”, dijo la jubilada Gloria González. A ritmo lento pasó agitando una bandera tricolor un hombre que venía de la Academia Militar. “Vi a nuestro libertador, porque es un libertador de nuestras conciencias. Lloré, lloré como un niño”, dijo el conductor de moto taxi, Marcos Páez. “Amo a mi presidente, amo a un hombre, a un comandante que es como Bolívar”, dijo con el ánimo exaltado el motoquero de 42 años que va a votar por Maduro en las próximas elecciones.
En medio del griterío, un hombre llamado Vladimir Castro alzó la voz para contar que es trabajador social en las urbanizaciones (barrios) populares y que tuvo formación en Cuba. “Siento una tristeza colectiva, pero también un sentido de pertenencia por lo que hago como trabajador social.” A su vez, Miguel Navarro, de 30 años, contó ayer por la tarde que estuvo haciendo la fila desde las nueve de la noche del miércoles. “Estoy comprometido con el presidente y con la línea que bajó Maduro. Es como mi padre, vine a despedirlo”, dijo, mientras se le inundaban los ojos de lágrimas.
Como un deseo que luego se concretaría con el anuncio de Maduro, hubo quien dijo que “el pueblo está dispuesto a esperar días para ver al presidente”. Alejandro Linares, obrero de una empresa ensambladora, 27 años, agregó: “El pueblo está dispuesto a seguir los lineamientos que Chávez dejó. No podemos permitir que la gente escuálida (como llaman al antichavismo) venga a gobernar después de tantos años”. En los próximos siete días habrá más lágrimas, cánticos y muestras de cariño. Será un largo adiós venezolano.
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